martes, 22 de agosto de 2017

LOGOS
Tremenda sobrepoblación humana
MATAR HA SIDO RESPUESTA ERRÓNEA
        Ese ser, que se auto llama “hombre”, lleva demasiado de dios, pero tiene mucho de bestia; es un refinado producto de la naturaleza que lo contiene, y que lo padece como su transformador porque la destruye, al mismo tiempo que se mata a sí mismo.
Habita en ese grumo de polvo cósmico al que ha llamado “Tierra”, localizado en insignificante rincón de una de las miles de millones de constelaciones existentes, y curiosamente se ama y se odia, construye y aniquila, ordena y descompone, oscilando entre la paz y la guerra, para existir entre la vida y la muerte.
Cuando eran sólo cuatro humanos en ese planeta, según uno de sus registros escritos, uno de ellos, Caín, asesinó a la cuarta parte de la humanidad, a su hermano Abel. Fue la primera y más grande masacre acaecida entre humanos. Jamás, se han aniquilado tanto, ya que el 25% de la población asesinó al otro 25%.
Al escribir este artículo, según información de Country Meters, la población mundial asciende a 7,544 millones de humanos, en números cerrados. Para equipararse a esa mortandad bíblica, proporcionalmente se requeriría que 1,886 millones de seres humanos mataran a esta misma cantidad de semejantes.
El hijo de Adán y Eva usó para matar una quijada de burro. Hoy se requeriría una fuerza como la nuclear para arrasar a la cuarta parte de congéneres.
Nuestro pasado muestra la infinidad de instrumentos o métodos a través de los cuales el hombre ha matado al hombre: con sus manos, sus píes, a mordidas, a golpes, con simples piedras, agua, instrumentos punzo cortantes de toda índole, con tierra, venenos extraídos de una enorme variedad de animales, vegetales o minerales, aire, trapos, cuerdas, aparatos de tormento conductores a la muerte, electricidad, guillotinas, gases, fuegos, armas químicas y bacteriológicas, bombas atómicas o bombas aéreas convencionales, ahogos, aviones de pasajeros usados como cohetes dirigidos, pasando por la actual moda, grandes y pesados automotores para atropellar multitudes.
Ese enlistado no es exhaustivo, sino sólo ejemplifica, ya que la multitud de formas para acabar el hombre con el hombre es tan infinito como sus ocurrencias criminales.
Pero si una de esas maneras de auto exterminio de los seres humanos es la propia y tremenda sobrepoblación, creciente acelerada y peligrosa, ¿qué debemos hacer (si es que tenemos que hacer algo) para con válidas razones y fundamentos legales, con toda firmeza y eficiencia, tomar las medidas convenientes?
Es obvio, al menos para mí, que el valor que debe orientarnos, para solucionar éste como otros problemas, es el de la vida, y no exclusivamente la humana, sino el de toda la vida que existe en la naturaleza.
Subyace como respuesta, hasta ahora, que el matarnos los unos a los otros es una solución, un avance; cuando dentro llevamos la fuerza de la vida, la que con inteligencia y ética debe ejercer un Humanismo urgente e indispensable.