lunes, 14 de septiembre de 2015

LOGOS
Encierro, destierro, o entierro
MOTIVÓ EL LENGUAJE DE LAS ARMAS
        El pequeño grupo que inició la lucha por la independencia de la Nueva España, en contra de la Corona Española representada en la colonia por el virrey y su séquito, pero humillada allá por el poder de Napoleón Bonaparte, fue a partir del 16 de septiembre del 1810 encabezado por Miguel Hidalgo y Costilla.
        Ese original colectivo insurgente no era proclive a la violencia, pero fue orillado a ella por el despotismo de los poderosos, sordos al sentimiento popular e insensibles a los requerimientos sociales de inicios del siglo XIX.
        Ni Allende que era oficial del ejército realista, y cabeza visible de esa junta conspiradora, hizo elogio del uso de las armas, menos aún quien fuera Rector del Colegio de San Nicolás Obispo.
        Don Miguel Hidalgo, según lo describen las personas de su tiempo, era de pocas palabras en el trato común, de conceptos claros y elocuentes en la discusión; gente de ciencia, optimista, obsequioso, hospitalario, complaciente, activo y gustoso de la agricultura, industria, y artes manuales, asiduo lector, buen traductor, gustador del teatro, excelente amigo, entregado a la buena mesa, al vino excelente, a los debates, estudioso, viajero, analítico, inclinado a la música y al baile, jugador de baraja, dados, gallero, atraído por las carreras de caballos y corridas de toros. Gustaba de las mujeres, y muchas le respondían gustosas, motivo por lo que fue padre, amén de eclesiástico, en lo familiar.
        Perfil, ése, no cercano a la vocación a la violencia política; sin embargo, siempre mostró discreta simpatía por la independencia, como la mayoría de los intelectuales de ese tiempo.
        Precisa y constantemente lo hace notar Hidalgo en los documentos redactados y firmados por él durante su campaña, ya enrolado en esa guerra necesaria.
        En la carta fechada el 21 de septiembre del 1810, dirigida a su amigo el intendente de Guanajuato Juan Antonio Riaño para pedirle la rendición de la plaza, le narra cómo de iniciar con 15 hombres tiene más de 4 mil armados, explicándole que ha avanzado tomando pueblos "sin tener ninguna violencia".
        Y le pide que se les entregue Guanajuato, "mostrando una prudente condescendencia", porque así se cuidarán "la conveniencia personal, los intereses, la paz... en término satisfactorio."
        En diciembre del 1810, desde el cuartel de Guadalajara, expone los motivos de la guerra; y ahí observamos cómo analiza las odiosas circunstancias que los condujeron a tomar las armas para la violencia.
        Indica la manera en que acabaron con la felicidad, los atentados contra quienes lucharon por mejorar pacíficamente la vida de todos, "mirándonos como hombres estúpidos, como manada de animales cuadrúpedos sin derecho alguno".
        En esa realidad, por él vista, para quienes querían desarrollo sólo había encierro, destierro, o entierro, motivo suficiente para dar lugar al lenguaje de las armas.
        Quien cierra las opciones para desarrollos y cambios verdaderos por el camino de la paz es, sin duda, el productor de la violencia.
        Aprendamos de nuestra Historia.