LOGOS
Xóchitl les madrugó
LA TOMA DE ZACATECAS
El ansia por
obtener el poder, o por conservarlo, motiva a cada persona a producir sus
propias mentiras, o a generar sus insolentes verdades.
Mostraré un
expresivo caso.
Era un
profesor normalista, cuarentón, destacado en el basquetbol, fumador
empedernido, de baja preparación académica, buen padre de familia, de filosa
lengua viperina, que logró colarse bajo la sombra protectora del gobernador en
turno.
Su lugar de
origen fue un pequeño municipio hacia el oriente michoacano, del cual salió
huyendo su familia, siendo niño el personaje que cito.
Eran los
tiempos en que la verdadera lucha electiva se daba dentro del Partido
Revolucionario Institucional, para lograr ser candidato; una vez alcanzado este
triunfo, el cargo elegible estaba seguro, y salvo en rarísimas excepciones
podía perderse.
Aconteció,
entonces, que el gobernador se empeñó en que ese profesor fuera diputado
federal por el distrito electoral donde había nacido, lo que motivó reacciones
adversas en la población.
Ese
profesor, ya candidato del PRI, inició e hizo toda su campaña prometiendo una
sola cosa, la que repitió con exactitud y llaneza: “Una vez diputado, nunca
volveré a este distrito”.
Y lo
cumplió. Nunca retorno a ese distrito electoral.
El fenómeno
político en México, con sus múltiples cambios formales, sigue tan terco como lo
observó el poeta zacatecano Ramón López Velarde (1888-1921), en su ‘Suave
Patria’: “Trueno de temporal, oigo en tus quejas crujir los esqueletos en
parejas. Oigo lo que se fue, lo que aún no toco. Y la hora actual con su
vientre de coco; oigo en el brinco de tu ida y venida, ¡oh, trueno!, la ruleta
de la vida.”
Y Xóchitl
Gálvez les madrugó a sus pares en varios sentidos. No desperdició tiempos,
inició su campaña en el primer minuto del 1 de marzo del 2024; y lanzó el
trueno de temporal, en el lugar dónde son más crueles los fabricantes de
cadáveres por extinción de mexicanos. Retándoles en su ida y venida: “La gente
aquí tiene miedo, porque este sexenio es el más violento de la historia. Morena
es más narco, más muerte y más miedo. Todos unidos podemos vencerla. Vamos a
dar la orden de investigar y perseguir a la delincuencia. Óiganlo muy bien
aquí, se acabaron los abrazos para los criminales. Morena defiende la soberanía
de los cárteles, yo defiendo la soberanía de los mexicanos. ¡Se aplicará la ley!,
en todo México.”
Bajo toda
proporción guardada, Xóchitl reafirmó, a 110 años, la Toma de Zacatecas, del
mismísimo Pancho Villa.
Claudia, la
mayor corcholata del presidente, citó para su arranque a las 16 horas de ese 1
de marzo, con un acarreo masivo de todo el país. Dio pasaje, dinero, torta y
refresco. El principal objetivo de la concentración (tan deslucida, carísima y
desorganizada) fue un respaldo al presidente narco marcado, fue un empiece de
campaña de Brugada en CDMX, fue un respaldo a los gobernadores de morena, y al
resto de los candidatos morenistas. Fue todo un revoltijo mal oliente.
A Claudia se
le enredaron las neuronas, o la traicionó su subconsciente, al asegurar: “Sólo
hay dos caminos a tomar este 2 de junio; uno, que siga la corrupción…
transformación, el otro, que regrese la corrupción…”; o sea, ¿por cuál
corrupción votarás?
Brugada y
Claudia coincidieron en sus palabras finales, subrayando el obvio vasallaje: “¡Que
viva el presidente López Obrador!” Duda no existe: el amo es amo, y seguirá
siendo el amo vitalicio.
Respecto al
fosfo-fosfo, esquirol del obradorato, no pinta en la cartelera. No perdamos el
tiempo con él.
El único
“FOSFO-FOSFO” que sigue siendo un peligro, es el presidente, quien, en su
carácter de jefe nato de campaña de su corcholata predilecta, prosigue en su
proyecto de elección de estado, con su enjambre de mentiras e ilícitos; vamos,
es la primera opción que ve Claudia: “Que siga la corrupción… transformación”. Más
de lo mismo; o lo mismo, pero más.
Empero, sujeto a una promesa parecida a la de aquel
profesor convertido en diputado, si votan por mí, les prometo que no volveré
jamás, después de concluido mi mandato, a la política militante electoral.
Simplemente, porque no se puede estar siempre en la cima
del poder. Apenas llegamos a lo más alto, y estamos destinados a bajar. La
subida es ya un compromiso de descenso. El gozo de elevarse es un resarcimiento
anticipado por la tristeza y soledad de la caída.
¡Entendámoslo todos!; entiéndelo, Andrés Manuel.