LOGOS
¡Viva el amor!
EL GRITO DE UN SOLITARIO
Existen
presidentes de edad avanzada que tienen apetitos simples; sencillamente, lo
quieren todo.
Su avión, su
ejercicio presidencial, sus maña-neras, sus caprichos, sus corcholatas, sus
ceremonias cívicas, sus obras públicas, sus ocurrencias, sus frases célebres,
su presupuesto de egresos, sus incongruencias, sus odios, sus mentiras, sus
traiciones, su corrupción, su palacio, su soledad.
Durante su
campaña para llegar a la presidencia de México prometió cosas llamativas, sin
sentido práctico: trasladarse en su pequeño carrito por calles y carreteras del
país, sin escoltas; hacer viajes largos sólo en aviones comerciales; vivir
modestamente, sin el esplendor de la residencia llamada Los Pinos; y muchas
otras puntadas demagógicas electoreras.
Así se
embrolló con la venta, la rifa, la subasta, del avión presidencial que estaba
nuevo, y no era nada del otro mundo, como él (intencionadamente) lo pregonó en
forma repetitiva. Hasta que lo malbarató.
Ahora viaja
con caravanas de enormes camionetas lujosas, rodeado de soldados del viejo
Estado Mayor Presidencial disfrazados de paisanos, y en los mejores aviones de
las fuerzas armadas arreglados con lujo.
Corre un
dicho: “cae más pronto un hablador que un cojo”.
Al cuarto para las doce, la presidencia proyecta la
compra de un avión presidencial, a través de una de sus secretarías más
poderosas.
Pero a estas
alturas, o mejor, bajuras, da el presidente un viraje de 180 grados respecto a
la deuda pública federal.
En campaña juró
bajar el monto de esa deuda, y prometió que jamás la aumentaría.
También a las
palabras presidenciales se las lleva el viento.
De esa
forma, y recientemente, los mexicanos quedaremos más endeudados, por
necesidades (y necedades) del obradorato, con cerca de dos billones de pesos
más.
El
Presupuesto de Egresos Federal para el 2024 será un repulsivo instrumento
electorero.
Felipe
Calderón dejó la deuda pública federal en 5,352 billones de pesos.
Enrique Peña
dejó la deuda pública federal en 10,829 billones de pesos.
Andrés
Manuel López lleva la deuda pública federal, hasta agosto del 2022, en 13,387 billones de pesos; y se
proyecta que al concluir su mandato estará esa deuda pública federal en cerca
de 16 billones de pesos.
Cada
mexicano debe de la deuda pública federal más de 127 mil pesos.
No hay duda,
sobrevive el presidente semiahogado en sus mentiras.
Por “humildad” se apoderó de Palacio Nacional. Con gran
ostentación lo cerró exclusivamente para él.
Esa mezquindad la empieza a pagar con una soledad
especial y profunda. Millones de mexicanos la observamos en la ceremonia del
grito.
Ante la multitud de asistentes, estaba él solo, en el
balcón central del Palacio Nacional. La leve presencia de su esposa, con
ciertas notas de ánimo y disfrazada de Xóchitl, subrayaba lo despoblado de esa
alma presidencial resentida.
Años atrás ese balcón principal estaba lleno, movible y
alegre. Tenían lugar los representantes de los tres Poderes de la Unión, los
jefes de las fuerzas armadas, la familia presidencial, colaboradores y amigos.
En este reciente Día del Grito de Independencia (2023), las
ventanas de su palacio estaban apagadas, y por primera vez, el presidente grito
tantos mueras como vivas. Hasta destanteo a la multitud. López gritaba “muera
la corrupción”, y la gente respondía, “viva”.
Más que nunca, el presidente mostró ser un tipo sin
“amor”. Ha sembrado su odio carroñoso por doquier, y se descubrió patológico en
su grito tardío: “viva el amor”.
Horas después, en el tradicional desfile del 16 de
septiembre, mostró su discutible e ideológico amor, por ejércitos invasores.