lunes, 18 de septiembre de 2023

LOGOS

¡Viva el amor!

EL GRITO DE UN SOLITARIO

        Existen presidentes de edad avanzada que tienen apetitos simples; sencillamente, lo quieren todo.

        Su avión, su ejercicio presidencial, sus maña-neras, sus caprichos, sus corcholatas, sus ceremonias cívicas, sus obras públicas, sus ocurrencias, sus frases célebres, su presupuesto de egresos, sus incongruencias, sus odios, sus mentiras, sus traiciones, su corrupción, su palacio, su soledad.

        Durante su campaña para llegar a la presidencia de México prometió cosas llamativas, sin sentido práctico: trasladarse en su pequeño carrito por calles y carreteras del país, sin escoltas; hacer viajes largos sólo en aviones comerciales; vivir modestamente, sin el esplendor de la residencia llamada Los Pinos; y muchas otras puntadas demagógicas electoreras.

        Así se embrolló con la venta, la rifa, la subasta, del avión presidencial que estaba nuevo, y no era nada del otro mundo, como él (intencionadamente) lo pregonó en forma repetitiva. Hasta que lo malbarató.

        Ahora viaja con caravanas de enormes camionetas lujosas, rodeado de soldados del viejo Estado Mayor Presidencial disfrazados de paisanos, y en los mejores aviones de las fuerzas armadas arreglados con lujo.

        Corre un dicho: “cae más pronto un hablador que un cojo”.

Al cuarto para las doce, la presidencia proyecta la compra de un avión presidencial, a través de una de sus secretarías más poderosas.

        Pero a estas alturas, o mejor, bajuras, da el presidente un viraje de 180 grados respecto a la deuda pública federal.

        En campaña juró bajar el monto de esa deuda, y prometió que jamás la aumentaría.

        También a las palabras presidenciales se las lleva el viento.

        De esa forma, y recientemente, los mexicanos quedaremos más endeudados, por necesidades (y necedades) del obradorato, con cerca de dos billones de pesos más.

        El Presupuesto de Egresos Federal para el 2024 será un repulsivo instrumento electorero.

        Felipe Calderón dejó la deuda pública federal en 5,352 billones de pesos.

        Enrique Peña dejó la deuda pública federal en 10,829 billones de pesos.

        Andrés Manuel López lleva la deuda pública federal, hasta agosto del 2022,       en 13,387 billones de pesos; y se proyecta que al concluir su mandato estará esa deuda pública federal en cerca de 16 billones de pesos.

        Cada mexicano debe de la deuda pública federal más de 127 mil pesos.

        No hay duda, sobrevive el presidente semiahogado en sus mentiras.

Por “humildad” se apoderó de Palacio Nacional. Con gran ostentación lo cerró exclusivamente para él.

Esa mezquindad la empieza a pagar con una soledad especial y profunda. Millones de mexicanos la observamos en la ceremonia del grito.

Ante la multitud de asistentes, estaba él solo, en el balcón central del Palacio Nacional. La leve presencia de su esposa, con ciertas notas de ánimo y disfrazada de Xóchitl, subrayaba lo despoblado de esa alma presidencial resentida.

Años atrás ese balcón principal estaba lleno, movible y alegre. Tenían lugar los representantes de los tres Poderes de la Unión, los jefes de las fuerzas armadas, la familia presidencial, colaboradores y amigos.

En este reciente Día del Grito de Independencia (2023), las ventanas de su palacio estaban apagadas, y por primera vez, el presidente grito tantos mueras como vivas. Hasta destanteo a la multitud. López gritaba “muera la corrupción”,  y la gente respondía, “viva”.

Más que nunca, el presidente mostró ser un tipo sin “amor”. Ha sembrado su odio carroñoso por doquier, y se descubrió patológico en su grito tardío: “viva el amor”.

Horas después, en el tradicional desfile del 16 de septiembre, mostró su discutible e ideológico amor, por ejércitos invasores.