LOGOS
Justicia
y/o derecho
ALBOROTO
DE LA IGNORANCIA
Un ciego y un tuerto se han puesto a
dirimir sobre la justicia y el derecho; el invidente ejerce un poder
autoritario en México, mientras que el lisiado de un ojo (como líder
senatorial) se niega a aceptar del todo los dogmas del presidente.
López,
el presidente mexicano, impone como verdad absoluta: “Quiero expresarlo
correctamente, el senador Monreal afirma que está a favor del derecho más que
de la justicia, y yo sostengo lo opuesto, para mí la justicia es superior al
derecho.”
Y el autócrata López es el único que
decide qué es la justicia, y qué no es justicia; ¡vamos!, la justicia es la que
diga el pueblo, y el presidente es el único que sabe qué dice el pueblo, por lo
que la justicia y el propio pueblo son de su exclusiva propiedad.
Sé que eso es ridículo, pero el
presidente es grotesco, y esgrime esa chuscada como una verdad absoluta.
Basándose, para ello, en tres dogmas
presidenciales: “Yo no miento” (primer embuste), “yo no robo” (segundo
embuste), y, “yo no traiciono” (tercer embuste), pues está a la vista de todos
sus mentiras, sus robos y sus traiciones.
Por su parte el senador Monreal aduce,
en relación con la postura del presidente: “La diferencia entre lo legal y lo
justo es tan antigua como la Grecia Clásica. Sostengo que no debe existir
diferencia entre uno y otro: si algo es legal, debe también ser justo, y
viceversa, lo justo debe igualmente ser legal”.
La que ahora llamamos “Grecia”, en su
desarrollo de diez siglos, no se llamó así. Del siglo XII al siglo II antes de
nuestra Era fueron decenas de ciudades estado, en donde destacaron Atenas y
Esparta. Su democracia era esclavista, y su “demos” o “pueblo” se constituía
por los hombres libres (no mujeres), nobles y ricos; sólo ellos decidían.
En el siglo V, el siglo de Pericles, se
conocieron varios libros de Platón, entre ellos, un diálogo titulado ‘Critón’,
en donde este hombre libre, noble y rico, junto con muchos otros de su clase (entre
ellos Simias y Cebes), estaban decididos a comprar la libertad y la vida de
Sócrates, pues las leyes con que lo sentenciaron a muerte “iban contra la
Justicia”.
Sócrates no aceptó, argumentando:
“cuando me beneficié con las leyes, las acaté como justas”, y “ahora que al
parecer me afectan, debo admitir que siguen siendo elaboradas con justicia”.
La visión entre el ‘demos’ helénico era
diferente a la perspectiva socrática.
Más apegado a nuestro tiempo, el germano
Ludwig Feuerbach (1804-1872), discípulo predilecto de Hegel, pero opuesto a su
maestro, afirmó que: “El derecho es la voluntad de los poderosos jerarcas de la
iglesia erigida en ley”.
Sus seguidores alemanes, Carlos Marx
(1818-1883) y Federico Engels (1820-1895) tomaron la frase de su maestro, y la
mejoraron: “El derecho es la voluntad de la clase dominante erigida en ley”.
Como consecuencia, para Feuerbach los
ateos deber tomar el poder; para Marx y Engels la clase proletaria necesita
tomar el poder. Para los tres, el derecho en que vivieron carecía de justicia.
Y es que la ‘justicia’ es un valor
genérico, sólo un referente formal, una orientación axiológica de los seres
humanos que, al bajarla a la vida cotidiana, a nuestro día a día, no encontrará
jamás un contenido absoluto, ya que todo es relativo, dialéctico y cuántico.
En este tema, filosófico y científico,
nadie puede presumir que tenga ‘la verdad’, quien diga que tiene ‘la verdad’, o
es un ignorante, o es un mentiroso.
Por mi parte, yo seguiré buscando a esa
verdad relativa, mientras viva, con la responsabilidad de mi descubrimiento e
invención, y sugiero a cada ser humano que haga lo mismo; y que trabaje
honestamente con esa verdad, relativa a nuestros tiempos, espacios, circunstancias
materiales y ambientes humanos.
El conocimiento sobre la justicia y el
derecho no se logra con ignorancia ni con alboroto, ni siendo ciego ni siendo
tuerto para saber sobre esos dos conceptos de valor en nuestras vidas.
El derecho es parte normativa de las
ciencias que, con hipótesis y consecuencias jurídicas, conduce a la conducta
humana. Esto es lo real, y esto es lo único aplicable.
Lo
real de la justicia es su orientación valorativa para iniciar, discutir,
aprobar, sancionar, promulgar y publicar, el derecho vigente y, claro,
aplicarlo.
Esas
decisiones las sigue tomando la clase dominante; empero, más vale que lo haga
bien (con un sentido social y de justicia), porque en ello le va la vida.