lunes, 7 de diciembre de 2020

 LOGOS

Pío, Felipa, y AMLO

TIERRITA PARA CACAS DE GATO

        El inmenso y autocrático poder político que ejerce desde la presidencia de la república Andrés Manuel López Obrador le produce, a éste, una asombrosa sensación de bienestar.

        Eso lo hace feliz; empero, la felicidad de Andrés Manuel se acrecienta al constatar que, también, el poder económico se encuentra en sus manos, pudiendo derramar recursos monetarios cuantiosos en los patrimonios personales de sus familiares y amigos.

        Daré un ejemplo de lo anterior.

        El caso reciente de la empresa de su prima hermana Felipa Guadalupe Obrador Olán, a quien el periodista Carlos Loret de Mola exhibió públicamente con varios contratos millonarios que le ha otorgado PEMEX, IMSS, y otras paraestatales, en adjudicación directa, sin haber concurso.

        Loret ha resultado mejor investigador que los que tiene la FGR y la UIF.

        Se observa que más del 80% de las compras del gobierno federal no se concursan por disposición del presidente López Obrador, quien viola la ley, bajo la criminal razón de que no son necesarios esos concursos, porque él es “honrado”.

        Y el “honrado” Andrés Manuel ante tamaña corruptela, y colosal exhibida que le dieron con su prima hermana Felipa Guadalupe, expresó de inmediato: “no tengo información al respecto”.

        Cuando el propio López Obrador había asegurado, poco antes de tomar el poder: “El presidente de México lo sabe todo. Que no digan que el presidente no conoce y participa de todos los robos y saqueos de los funcionarios públicos”.

        Si el presidente “lo sabe todo”, ¿cómo es que ahora asevera que no sabía sobre esos contratos millonarios para una pariente tan cercana?

        Además, el director de PEMEX dijo que él le había avisado al presidente sobre esos contratos a la empresa de Felipa. ¿Quién miente, el presidente o el director de esa descentralizada?

        A Pío López Obrador… ni quien lo moleste ya. Tanto su hermano el presidente como las autoridades competentes lo juzgaron apañándolo, al sólo decir: “lo de Pío fueron unos cuantos milloncitos, a comparación de los miles de millones que se robaron en administraciones anteriores”.  

        Los robos son robos y los rateros son rateros, sin importar los montos, basta sólo actualizar, con acto u omisión, las hipótesis jurídicas que constituyen este tipo delictivo.

        Pero en el caso de Felipa, de esa exhibida corrupción presidencial se pasó, rápido, al ejercicio autocrático del presidente AMLO, ya que éste, al verse sorprendido por la denuncia periodística reiteró: “Yo ya he dicho que no me pertenezco… No se puede permitir la corrupción… si un familiar hace algo indebido se le debe juzgar, aunque se trate de un hijo…”

        Bastó lo anterior, para que PEMEX públicamente resolviera, a las pocas horas y a través de su director Octavio Romero, “se cancelan de inmediato los contratos otorgados a la empresa de la prima del presidente, y se investigará”.

        En este gobierno primero se cancela y luego se investiga.

        Siempre, en estos casos, Andrés Manuel repite la táctica simplona del gato: sólo echa tierrita a su porquería.

        Ante esa ineptitud y corrupción a la vista, la mayoría de los que votaron por AMLO están desencantados.

        Comparto la acertada impresión de Beatriz Pagés, de que no fueron 30 millones los que sufragaron a favor del actual presidente, y que los poderosos de aquel momento le dieron una buena ayudada.       Y ahora, percibo como gran mentira el que AMLO tenga una aceptación del 60 o del 71% de los gobernados o de la ciudadanía. ¡Nada más falso!

        Todos los presidentes pagan, con el dinero de la población, el cuidado de su imagen, y el cultivo de su egolatría. Cada uno a su estilo. Unos gastan más que otros, pero todos son presuntuosos.

        AMLO, el vanidoso en turno, no llega actualmente ni al 20% de los 130 millones de mexicanos. Y esta verdad, no ayuda a México.