martes, 28 de julio de 2020

LOGOS

El antimilitarismo de AMLO

AHORA MILITARIZA A MÉXICO

        “Es firme mi promesa de que regresaré al ejército a sus cuarteles”; así lo expresó Andrés Manuel López Obrador el 6 de febrero del 2012 y el 29 de marzo del 2017.   

        El 1 de julio del 2019, el ya presidente López Obrador afirmó: “Si por mí fuera, desaparecería al ejército”.

        Ese AMLO antimilitarista, ahora militariza a México, y no sabemos si es para dañar a las fuerzas armadas, o para entregarles el poder.

        Lo cierto es que su promesa quedó quebrantada, y a su proyecto le impuso un giro de 180 grados.

        En el Diario Oficial de la Federación del 11 de mayo del 2020 se publicó un acuerdo presidencial para que las “fuerzas armadas permanentemente participen… en las funciones de seguridad pública… sin que dicha participación exceda cinco años…”

        Y, cada día que pasa, inconstitucionalmente el presidente AMLO les otorga a las fuerzas armadas, a través de simples acuerdos administrativos, nuevas atribuciones, violando con ello a nuestra Carta Magna, la que protestó cumplir y hacer cumplir, y la que en su artículo 129 ordena: “En tiempo de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”.

        En tiempos de paz estamos, ya que en México no se han restringido ni suspendido ningún derecho humano garantizado, conforme al artículo 29 de la constitución federal, desde la Segunda Guerra Mundial.

        Sabemos que nuestra constitución es la máxima norma jurídica de nuestro país, y que un simple acuerdo presidencial no pude ni debe violarla, ya que tiene principio de inviolabilidad establecido en el artículo 136 constitucional.

        Pero, si realmente urge y es necesario que las fuerzas armadas intervengan en la seguridad pública, suspendamos y/o restrinjamos los derechos humanos garantidos que correspondan, o que el constituyente permanente modifique nuestra constitución. Eso sí, todo apegado estrictamente a derecho.

        El ejército, la fuerza aérea y la marina, merecen nuestra consideración, respeto y aprecio. No permitamos que, en el fondo, se les falte al respeto.

        Las fuerzas armadas son de lo mejor que tenemos, en cuanto resultan fiel reflejo de lo óptimo de nuestra población. Están estructuradas por mexicanos legalmente armados para salvaguardar la soberanía del país.

        Si el presidente de la república, como su máximo jefe, las pone a trabajar de policías (a construir como albañiles el aeropuerto de Santa Lucía, a edificar dos mil setecientas sucursales del Banco del Bienestar, a trabajar en un tramo del tren maya, a concluir la obra de 32 hospitales en abandono, a hacerle frente a la emergencia sanitaria del covid19, a auxiliar en el programa de sembrando vida, a fabricar uniformes para personal de salud y para burócratas, a operar nuestras aduanas y puertos), pronto se puede provocar un desajuste peligroso en México.

        A como va, AMLO puede nombrar secretario de Hacienda a un general, secretario de Educación a un Almirante, secretario de Relaciones Exteriores a otro general, secretario de gobernación a otro almirante, y así contar con un gabinete presidencial castrense.

        México ha tenido presidentes militares, con alto grado de civilidad, pero en la vida real, nuestro militarismo ha sido muy a la mexicana.

        Recordemos que el poder corrompe a los humanos, a más no poder; y los civiles y los militares son humanos.

        El presidente AMLO, limitado y soberbio, es capaz de concluir su mandato con una frase: después de mí, el diluvio.