domingo, 17 de marzo de 2019


LOGOS
No más caudillos
MÁS MÉXICO, Y MENOS AMLO
       Siempre he tenido respeto por los soldados de México. Desde hace varios sexenios el gobierno federal violó a la constitución, al poner a las fuerzas armadas en función de gendarmes.
       Cometida esa inconstitucionalidad, quedamos todos los mexicanos en un callejón sin salida y, ante esa realidad, el presidente Andrés Manuel López Obrador optó, contra su propia opinión opositora, por sostener a los militares en la vía pública por un periodo que cubre su ejercicio presidencial, reformando, por eso, a nuestra carta magna, con apoyo del constituyente permanente.
       A la guardia nacional, establecida como forma vacía desde 1917, se le acaba de llenar con soldados, marinos, fuerza aérea y policías, poniéndole dos cabezas: la militar y la civil; todo bajo la égida del jefe supremo, el señor presidente.
       ¿Qué resultados dará esta guardia nacional con sus 50 u 80 mil elementos?
       A esa interesante pregunta, bien podría el presidente AMLO contestar con su uso ladino y costumbrista de lenguaje: sepa la mocha.
       La sociedad, seguro estoy, formula votos para que esa guardia tenga éxitos en beneficio de una paz productiva para los mexicanos.
       Pero, todos los pobladores de México debemos estar observantes y activos frente el actuar de esa guardia, para que no desvirtúe sus deberes frente al crimen, organizado o no, y en relación a su propósito fundamental: la seguridad pública de todo humano en el territorio nacional.
       Si fracasa esa guardia sería terrible para el país; y las opciones ante ese desastre pueden ser múltiples y variadas.
       Sólo como ejemplos. Las fuerzas del crimen organizado vencen a la guardia nacional; esa guardia domina a las organizaciones criminales, y las sustituye en sus actos delictivos; la guardia tiene éxitos militares, y a sus jefes les entrara la ambición de ejercer el poder; a ciertos poderes extranjeros, allende el Río Bravo o fuera del continente americano, les atraen las coyunturas de esa lucha, y deciden hacerse de nuestros recursos naturales o humanos.
       No olvidemos que los éxitos o los fracasos militares conducen, al final, a emboscadas políticas. Basta con observar nuestra historia.
       Ante los males citados, la unidad nacional es indispensable, pero no en torno a un hombre, ni menos a un caudillo, sino en base a las instituciones, valores y principios, por nuestra soberanía y organización jurídica fundamental.
       No más caudillos, ni civiles ni militares. Ambos harían mal al desarrollo de México.
       Frenemos a ese caudillismo conscripto en su vanidad autoritaria (y en su deseo inescrupuloso de cobijar con su nombre a los futuros candidatos de su partido en las boletas electorales), disfrazada de revocación democrática, pero con ínfulas de franco despotismo.
       En todo caso, AMLO no debe participar para nada en la elección de julio del 2021. Su proceso de revocación debe realizarse hasta enero del 2022.
       Es mejor más México, y menos AMLO.