LOGOS
No más caudillos
MÁS MÉXICO, Y MENOS
AMLO
Siempre he tenido respeto por los
soldados de México. Desde hace varios sexenios el gobierno federal violó a la
constitución, al poner a las fuerzas armadas en función de gendarmes.
Cometida esa inconstitucionalidad,
quedamos todos los mexicanos en un callejón sin salida y, ante esa realidad, el
presidente Andrés Manuel López Obrador optó, contra su propia opinión opositora,
por sostener a los militares en la vía pública por un periodo que cubre su
ejercicio presidencial, reformando, por eso, a nuestra carta magna, con apoyo
del constituyente permanente.
A la guardia nacional, establecida como
forma vacía desde 1917, se le acaba de llenar con soldados, marinos, fuerza
aérea y policías, poniéndole dos cabezas: la militar y la civil; todo bajo la égida
del jefe supremo, el señor presidente.
¿Qué resultados dará esta guardia
nacional con sus 50 u 80 mil elementos?
A esa interesante pregunta, bien podría
el presidente AMLO contestar con su uso ladino y costumbrista de lenguaje: sepa
la mocha.
La sociedad, seguro estoy, formula votos
para que esa guardia tenga éxitos en beneficio de una paz productiva para los
mexicanos.
Pero, todos los pobladores de México
debemos estar observantes y activos frente el actuar de esa guardia, para que
no desvirtúe sus deberes frente al crimen, organizado o no, y en relación a su
propósito fundamental: la seguridad pública de todo humano en el territorio nacional.
Si fracasa esa guardia sería terrible
para el país; y las opciones ante ese desastre pueden ser múltiples y variadas.
Sólo como ejemplos. Las fuerzas del
crimen organizado vencen a la guardia nacional; esa guardia domina a las
organizaciones criminales, y las sustituye en sus actos delictivos; la guardia
tiene éxitos militares, y a sus jefes les entrara la ambición de ejercer el
poder; a ciertos poderes extranjeros, allende el Río Bravo o fuera del
continente americano, les atraen las coyunturas de esa lucha, y deciden hacerse
de nuestros recursos naturales o humanos.
No olvidemos que los éxitos o los
fracasos militares conducen, al final, a emboscadas políticas. Basta con observar
nuestra historia.
Ante los males citados, la unidad
nacional es indispensable, pero no en torno a un hombre, ni menos a un
caudillo, sino en base a las instituciones, valores y principios, por nuestra
soberanía y organización jurídica fundamental.
No más caudillos, ni civiles ni militares.
Ambos harían mal al desarrollo de México.
Frenemos a ese caudillismo conscripto en
su vanidad autoritaria (y en su deseo inescrupuloso de cobijar con su nombre a
los futuros candidatos de su partido en las boletas electorales), disfrazada de
revocación democrática, pero con ínfulas de franco despotismo.
En todo caso, AMLO no debe participar
para nada en la elección de julio del 2021. Su proceso de revocación debe
realizarse hasta enero del 2022.
Es mejor más México, y menos AMLO.