lunes, 5 de noviembre de 2018


LOGOS
Mexicanos productivos y justos
AMLO NO ES DIOS MILAGROSO
"¿Son lo mismo: Dios y AMLO?
No, cada quien es diferente, pero AMLO tiene mucho de Dios.
¿Cuál es más milagroso?
Dios del cielo apoya, pero AMLO está haciendo el milagro de la cuarta transformación."
       Quien interrogó, de esa manera, es el periodista Fernando del Collado en su ágil programa Tragaluz, de Milenio; quien contestó fue Alejandro Solalinde, sacerdote católico y designado colaborador en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
       Esa aseveración de Solalinde provocó una reacción adversa en quienes vieron y escucharon el rápido juego de preguntas y respuestas, acaso preparadas, lo que no le resta nada de valor a esa producción televisiva.
       Empero, las respuestas proyectaron la ilusión óptica de conciencia del ministro religioso entrevistado, quien por interés, o por convicción, percibe a AMLO como un ser que tiene mucho de dios.
       Si esa fe divina en AMLO sólo quedara en una puntada personal de Solalinde, sin mayores consecuencias, podría incluirse en un anecdotario de boberías; sin embargo, la ignorancia y el fanatismo pueden ser eficaz caldo de cultivo para deformar la personalidad política de López Obrador en un procaz perfil religioso, vecino al mundo de los dioses y hacedor de milagros.
       Obvio decir que la religión y la política no hacen buena mezcla, y que las confrontas en esos fenómenos han derramado mucha sangre mexicana.
       Andrés Manuel es un ser  humano, con todas sus cualidades y defectos. No hace milagros, ni va a ser dios.
       Es un político mexicano que por su perseverancia, por sus márgenes aceptables de honradez al menos hasta el momento, y por su marcado empeño de encabezar una transformación supuestamente beneficiosa para la mayoría, ya lo registra, en principio, nuestra memoria histórica.
       La evaluación de su trabajo como presidente de México la hará cada mexicano, al final de su ejercicio; por mientras, lo que ha hecho y dicho tiene luces y sombras, ha provocado dudas razonables y apoyos, fundados unos, y fanáticos otros.
       Y será un error quererlo transformar en figura divina, como Solalinde lo pretende, ofendiendo a su creencia religiosa, afrentando al propio AMLO, insultando al sentido común de la gente sensata, pero sobre todo vejándose a sí mismo, cuando al parecer, ha realizado también buenos quehaceres a favor de los migrantes.
       Esa ilusión óptica de la conciencia humana la han manipulado los poderosos en la economía, la religión, la política, en la educación, a veces para mal y a veces para bien, y más ahora con los sofisticados medios masivos de comunicación.
       Cada conciencia humana debe prepararse para ser libre y no dejarse usar por nadie. No alimentar ilusiones en ella, sino transformarla en un instrumento preciso, de alto desarrollo humanista.
       El México de milagros quedó atrás, en tiempos oscuros.       
       El trabajo bien organizado, altamente productivo, con distribución de riqueza justa, urge que forme al México actual.