martes, 8 de marzo de 2016

LOGOS
No temo a Donald Trump
TEMO A QUIENES VOTEN POR ÉL
                Donald Trump, de ascendencia alemana y escocesa, tiene 70 años y 4 mil millones de dólares. Empresario en bienes raíces, ahora trabaja empeñosamente, con hitleriano estilo, para llegar a ser el cuadragésimo quinto Presidente de los Estados Unidos de América.
                Tiene que ganar, antes, la candidatura por el Partido Republicano y, si no la ganara, podría montar una estructura independiente para conquistar su objetivo político.
                Güero y rojizo, con cabello lacio en posición de peluca amarillo cobriza en curvatura frontal a su cráneo macizo, alto y robusto, parece estar siempre en cólera constante.
                Los mexicanos son, al parecer, los epicentros de su discurso rabioso. Sin lógica ninguna, suelta carente de responsabilidad su oratoria insensata.
                En sus tiempos de mercader de inmuebles se publicitaba con frases aceptables de superación personal; poco originales, es cierto, pero de conceptos positivos.
                En su corta vida de político electoral, con ambición al máximo cargo, su lenguaje es golpeador, áspero, grosero, payasón, de escándalo, buscando el poder por la vía del rompimiento.
                Va para nueve meses en campaña abierta, rasposa, pero triunfadora: "Haremos a nuestro país grande de nuevo"; "Frenemos a como dé lugar el avance de China"; "No más ilegales inmigrantes mexicanos, pues son corruptos, delincuentes y violadores"; "Construiré, desde la presidencia, un muro entre las fronteras de EU y México, y haré que los mexicanos lo paguen"; "Lo del calentamiento global es un engaño de nuestros enemigos, para quebrar a la industria estadunidense"; "Restableceré el ahogamiento simulado para los sospechosos de terrorismo"; "Pido el bloqueo completo y total a la entrada de musulmanes a los EU".
                Esa es una breve muestra de sus decires, los que seguramente reflejan sus pensares, y se traducirán, más temprano que tarde, en sus haceres.
                Porque el problema no es lo grotesco, rudo y grosero, del precandidato más fuerte a la Presidencia de los Estados Unidos. Los perfiles de ese político en vertiginoso ascenso, como su postura teatral, no representan ningún peligro.
                Lo alarmante, a grado de amenaza global, es que la mayoría del pueblo de los EU le esté dando su admiración, confianza, y su promesa de voto.
                Eso significa la malformación de esa sociedad que integra a un país que ejerce como líder mundial, población que se siente representada por el señor Trump, con su riqueza económica y su pobreza moral, envilecidos por el odio a los otros, por mezquindades opuestas al humanismo, y por incomprensión a la realidad del mundo actual.
                Se ven mal las autoridades mexicanas que se han puesto a lanzar críticas maledicentes en contra del candidato Trump. No se trata de ponerse al tú por tú para haber quien externa las palabras más hirientes y majaderas.
                Se debe explicar inteligentemente el problema Trump y compañía, comprendiendo que, a ésos, los detendrá su propio destino.