LOGOS
No temo a Donald Trump
TEMO A QUIENES VOTEN POR ÉL
Donald
Trump, de ascendencia alemana y escocesa, tiene 70 años y 4 mil millones de
dólares. Empresario en bienes raíces, ahora trabaja empeñosamente, con
hitleriano estilo, para llegar a ser el cuadragésimo quinto Presidente de los
Estados Unidos de América.
Tiene
que ganar, antes, la candidatura por el Partido Republicano y, si no la ganara,
podría montar una estructura independiente para conquistar su objetivo
político.
Güero y
rojizo, con cabello lacio en posición de peluca amarillo cobriza en curvatura
frontal a su cráneo macizo, alto y robusto, parece estar siempre en cólera
constante.
Los
mexicanos son, al parecer, los epicentros de su discurso rabioso. Sin lógica
ninguna, suelta carente de responsabilidad su oratoria insensata.
En sus
tiempos de mercader de inmuebles se publicitaba con frases aceptables de
superación personal; poco originales, es cierto, pero de conceptos positivos.
En su
corta vida de político electoral, con ambición al máximo cargo, su lenguaje es
golpeador, áspero, grosero, payasón, de escándalo, buscando el poder por la vía
del rompimiento.
Va para
nueve meses en campaña abierta, rasposa, pero triunfadora: "Haremos a
nuestro país grande de nuevo"; "Frenemos a como dé lugar el avance de
China"; "No más ilegales inmigrantes mexicanos, pues son corruptos,
delincuentes y violadores"; "Construiré, desde la presidencia, un
muro entre las fronteras de EU y México, y haré que los mexicanos lo
paguen"; "Lo del calentamiento global es un engaño de nuestros
enemigos, para quebrar a la industria estadunidense"; "Restableceré
el ahogamiento simulado para los sospechosos de terrorismo"; "Pido el
bloqueo completo y total a la entrada de musulmanes a los EU".
Esa es
una breve muestra de sus decires, los que seguramente reflejan sus pensares, y
se traducirán, más temprano que tarde, en sus haceres.
Porque el
problema no es lo grotesco, rudo y grosero, del precandidato más fuerte a la Presidencia
de los Estados Unidos. Los perfiles de ese político en vertiginoso ascenso,
como su postura teatral, no representan ningún peligro.
Lo
alarmante, a grado de amenaza global, es que la mayoría del pueblo de los EU le
esté dando su admiración, confianza, y su promesa de voto.
Eso
significa la malformación de esa sociedad que integra a un país que ejerce como
líder mundial, población que se siente representada por el señor Trump, con su
riqueza económica y su pobreza moral, envilecidos por el odio a los otros, por
mezquindades opuestas al humanismo, y por incomprensión a la realidad del mundo
actual.
Se ven
mal las autoridades mexicanas que se han puesto a lanzar críticas maledicentes
en contra del candidato Trump. No se trata de ponerse al tú por tú para haber
quien externa las palabras más hirientes y majaderas.
Se debe
explicar inteligentemente el problema Trump y compañía, comprendiendo que, a
ésos, los detendrá su propio destino.