El gobierno de los Estados Unidos de
América, a través de varias dependencias, conoce al detalle las características
de los personajes más importantes de México en todos los ámbitos sociales, y de
todas las épocas. Su espionaje al respecto da solidez a su hegemonía, y les
brinda ventajas en la toma de decisiones frente a nosotros.
El desarrollo tecnológico les
permite ahora contar, en microchips, con los perfiles y las conductas de
decenas de miles de mexicanos contemporáneos: políticos, empresarios,
sacerdotes, universitarios, artistas, líderes, entre otros.
Hace 150 años el agente gringo
William B. Churchwell enviaba notas al Presidente James Buchanan sobre
mexicanos de aquel entonces. De Benito Juárez decía: “… es un hombre como de 45 años de edad, indio de pura sangre, bien
versado en las leyes de su país, jurisconsulto prudente y seguro, pero político
tímido y receloso; severo e incorruptible, pero de un carácter suave y benigno;
en su conversación, modesto como un niño. Tiene voz en el consejo y se le
escucha con respeto, pero carece de influencia sobre los ministros y se
encuentra, inconscientemente quizá, bajo su dominio absoluto e ilimitado…”
Y de esos ministros juaristas, de
hace siglo y medio, el agente Churchwell sólo consideraba a dos como gente valiosa: “Melchor Ocampo es un caballero de gran inteligencia natural y de
prendas y de educación considerables, inflexible en sus determinaciones,
perentorio en sus opiniones, bastante listo en su discurrir e impaciente de
contradicción, pero noble, y como su jefe, incorruptible… Miguel Lerdo de
Tejada (que se encuentra en el gabinete por la sugestión del jefe de la
Legación Americana Forsyth) tiene todas las cualidades brillantes de los otros
dos, es tan puro como ellos, pero manifiesta en grado mayor los hábitos
prácticos que denotan una inteligencia orientada hacia las realidades de la
vida, más bien que hacia sus sueños. Es el hombre más popular de su partido y
con razón se le considera como el espíritu maestro del gabinete. Todas sus
tendencias son proamericanas. Debemos estimarlo como el hombre más fidedigno en
su preferencia para nosotros; franco, abierto y siempre dispuesto a discutir
una cuestión y a asumir las responsabilidades consecuentes…”
Si el Presidente Felipe Calderón
Hinojosa, como los líderes de las cámaras del Congreso de la Unión, los
ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los gobernadores, las
400 familias más ricas y poderosas de México, los dueños de medios masivos de
comunicación, supieran todo lo que contiene su expediente en los archivos de
los Estados Unidos de América, podrían manejarse mejor, para ellos mismos, pero
sobre todo para México. Pues por lo general a todos ellos les interesa más lo
que se piense y se diga allá, de ellos, que la opinión de los mexicanos sobre
su actuación. Agradar a los gringos parece su destino.
La política del Destino Manifiesto y
la Doctrina Monroe siguen haciendo de las suyas.