LOGOS
Violencia de la
naturaleza
LA CONCORDIA, ANTE
LA DESGRACIA
En breve lapso del 2017, nuestro país padeció
sacudimientos telúricos de efectos desastrosos. Chiapas y Oaxaca; después
Puebla, Morelos y Ciudad de México.
Si ante nuestra vista ponemos el mapa
del vertical continente americano, vemos que las partes angostas y débiles son
la península de Baja California, y del sur de nuestro territorio nacional hasta
Panamá.
En esa parte frágil del espacio en que vivimos,
conllevamos varios volcanes en plena actividad, hirvientes hornos por donde la
materia incandescente ha encontrado sus fáciles salidas.
A eso, agreguemos que nuestros ancestros
poblaron terrenos sin sólida vocación para sostener las casas del Hombre; por
ejemplo, la gran laguna de varios nombres, donde se construyó la Gran
Tenochtitlán, hoy capital mexicana.
El territorio nacional tiene cerca de 2
millones de kilómetros cuadrados, y en una minúscula fracción de mil kilómetros
se ha afincado el 25% de nuestra población.
Agravan las cosas los cientos de
explosiones atómicas que los poderosos del mundo han detonado. Deforestaron. Han
extraído petróleo y gas de las entrañas de la Tierra por billones y billones de
barriles y de litros, y los ha quemado de diversas formas hasta contaminar la
atmósfera planetaria.
El calentamiento global del orbe está a
la vista. Los polos del planeta, en
exterminio. Arroyos, ríos, lagos, mares y océanos, van camino a convertirse en
basureros.
En lo cósmico, la Vía Láctea pasa por
una ruta peligrosa, y nuestro Sol se mancha más y escupe bocanadas de sus
nucleares excreciones de fuego, lo que afecta
al globo terráqueo.
A la violencia de la naturaleza le
sumamos la violencia humana.
Problema es el haber sobrepoblado de
humanos a este planeta generoso que nos ha procreado y sostenido.
Frente a ese lado oscuro de las cosas,
los humanos requerimos un talentoso y eficiente trabajo de la ONU, para poder
ordenar en libertad responsable y consciente todo un sistema normativo que
encauce y regule las acciones y omisiones humanas, de personas y países.
Respecto al desastre motivado por los
terremotos recientes en México, los pueblos del mundo brindan su solidaridad y
auxilio, y los mexicanos, con disciplinada fortaleza y honor, otra vez remueven
escombros para salvar vidas.
Cadenas humanas de mujeres y hombres, de
niños, jóvenes y adultos, de todas las condiciones económicas, sociales,
religiosas y educativas, han dado su aporte con inteligencia y trabajo.
Existen desde luego quienes desentonan;
pero se ha erigido la concordia nacional, ante la desgracia.
Sin embargo, eso ha sido lo inmediato,
lo urgente. Ahora falta lo mediato, lo de fondo. Lo que llevará lustros, y
billones de pesos, en prevención y arreglo.
El poema de Juan Villoro nos ilustra:
"Eres del lugar… en donde dos rayos caen en el mismo sitio… y aquí sigues.
Donde la tierra se abre, y la gente se junta… Y levantó un puño para escuchar
si alguien vivía…"