¡Morelos!; siempre
Morelos
RESPLANDORES DE UN
GLORIOSO OCASO
La humildad lo acompañó desde la cuna a
la tumba. Nació en el quicio de una casa ajena, y murió ejecutado en apartado
rincón de un inmueble eclesiástico.
En Valladolid, hoy Morelia, vio la
primera luz de su existencia el 30 de septiembre del 1765.
Fue San Cristóbal Ecatepec el pueblo de
su fusilamiento el 22 de diciembre del 1815.
50 años, y cerca de tres meses, es la
medida cronológica de su vida; empero, su obra ha durado siglos y trascenderá
en el recuerdo de infinidad de generaciones.
Se le reconoce como genio militar insurgente,
sensible legislador creador de instituciones, y un siervo de la Nación que en
ese carácter obtuvo grandeza.
Con su proverbial humildad ejerció como
todo un jefe de hombres. La fuerza militar que obtuvo fue, y sigue siendo,
orgullo del pueblo. Curiosamente miembros destacados del ejército realista
español reconocieron su preponderancia y hoy, aún, cuando los llamados cuerudos
se presentan en desfiles, o en actividades propias de su ejercicio como
guardias rurales, el pueblo siente en ellos la presencia de Morelos, al
observarlos con sus vestimentas de rudas pieles, en la cabeza sus rojos
paliacates, y su machete desenvainado, mostrando su rostro de piel oscura
labrada por los rayos del sol de la tierra caliente michoacana.
Sus malquerientes, de todos los tiempos,
le han buscado deficiencias irrisorias.
El virrey Francisco Xavier Venegas
escribe: "... Morelos es el principal corifeo de la insurrección en la
actualidad, y podemos decir que ha sido en ella el genio de mayor firmeza,
recursos y astucias..."
Félix María Calleja del Rey también dejó
registro de su juicio: "...Morelos... este clérigo es un segundo Mahoma,
que promete la resurrección temporal y después el paraíso, con el goce de todas
las pasiones a sus feligreses musulmanes..."
La Santa Inquisición acusa: "...
Morelos es el autor de ese abominable Código..."; haciendo así referencia
al Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana.
Lorenzo de Zavala, en su etapa
antimexicana, opinó que mucho tenía que ver Morelos con la Constitución de
Apatzingán, "obra de abogados o clérigos sin experiencia, sin
conocimientos prácticos de gobierno, orgullosos con el título de diputados y
embriagados en un poder que creían irresistible fundado en sus teorías tan
mezquinas como ridículas..."
Calleja decretó la quema de la
Constitución de Apatzingán, y el verdugo con capucha llevó a cabo esa ejecución
el 24 de mayo del 1815 en la Plaza Mayor de la Ciudad de México.
En su declaración ante los tribunales
que lo sentencian a muerte, Morelos dice de la Constitución de Apatzingán, o lo
hacen decir: "... es mala por impracticable."
Dividida en XXII capítulos, esa
constitución contiene 242 artículos, normando la religión, soberanía,
ciudadanía con sus derechos y obligaciones, la ley, los derechos de igualdad,
seguridad, propiedad y libertad, la división del gobierno en tres poderes, las
juntas electorales y las elecciones, las funciones hacendarias, y las
sanciones.