LOGOS
Educación
para todos
INCLUYENDO
AL PRESIDENTE
Ojalá y exclusivamente la Secretaría de
Educación Pública estuviera en deterioro.
La realidad, a fondo, es lamentable. Lo
que está en descomposición es todo el fenómeno educativo de México.
Claro que los fenómenos sociales de
nuestro país (como los de todas las naciones del mundo) son partes de un todo.
Si nuestra economía, salud, seguridad
pública, ética, derecho, política, relaciones laborales, religiones,
cultura, andan mal y reprueban, nuestra
educación está por los suelos, o abajo de ellos.
No olvidemos que la educación, entre
muchas otras misiones, informa y forma conciencias humanas, ante la
circunstancia que nos rodea, y frente a nuestro propio sistema nervioso
central.
Hablar de la educación, por ende, es
tratar de un tema superior, que consterna verlo en quiebra, y por lo que no
podemos quedarnos impasibles.
El gravísimo desorden educativo tiene
variedad de causas, antiguas y nuevas, no todas a la vista, pero la mayoría,
agravadas por el autoritarismo e ignorancia del actual presidente de México.
Citaré algunos motivos: la pandemia del
corona virus, los diez millones más de pobres generados de dos años a la fecha,
las equívocas y cambiantes políticas en la enseñanza aprendizaje, la insensatez
dominante de no precisar, en la práctica, los fines, los medios, la rectoría,
los instrumentos, la calidad, la cantidad, lo laboral, lo pedagógico, la
investigación, los conocimientos, las evaluaciones, y otras pequeñas cosillas
que estructuran un sistema educativo.
En nuestro pasado hemos tenido, en el
poder, excelentes equipos de educadores; por ejemplo, los encabezados por Justo
Sierra, José Vasconcelos, o Jaime Torres Bodet.
Ahora en la Secretaría de Educación
Pública está, simplemente, Delfina Gómez Álvarez.
Y no se observa ni teórica ni
prácticamente ningún plan, ni programas ni proyectos, para resolver los
problemas educativos que nos deja el covid-19, pandemia que agregó nuevas
dificultades a la educación, aparte de agudizar las ya existentes.
No desconozco, y admiro, el esfuerzo de
auténticos educadores que por decenas de miles existen en el México actual. Ellas
y ellos son los que han salvado algo del naufragio.
Pero también padecemos decenas de miles
de vividores de la educación; y gran parte de las autoridades educativas,
encabezadas por el presidente, acaudillan a estos charlatanes.
Las familias sanas y los maestros serios
encuentran en los hogares, en las escuelas, en los barrios, en las calles, en
las conductas de los poderosos y en los medios de comunicación masiva, una pudiente
contraparte.
Los niños, los adolescentes, los jóvenes
y los adultos, tienen mirando notas sobre crimen organizado, asesinatos, robos,
mentiras, lesiones, fraudes, traiciones, estupros, violaciones, feminicidios,
secuestros, corrupción y violencia generalizada, en todas las horas de su día,
durante todos los años de su existencia.
Todo retroalimenta a todo.
Y el gobierno mexicano no entiende
nuestra degradación imperante. Sólo busca saciar su odio en contra de expresidentes,
conservadores y neoliberales, pero ni eso hace bien, pues nadie está en la
cárcel por ello.
Los funcionarios públicos siguen
delinquiendo, aprovechándose de la ignorancia de la masa.
El naturalista inglés Charles Darwin
(1809-1882) lo explicó en su libro La descendencia del hombre: “… con
frecuencia la ignorancia engendra más ilusión que el conocimiento…”
Cierto, la ignorancia de un presidente y
de su masa humana nos hace mucho daño, nos arroja a una ilusión sin base ni
futuro: nos frustra.
Tenemos por delante una labor inmensa,
pero urge educar a todos, incluyendo al presidente.