lunes, 3 de mayo de 2021

 LOGOS

Educación para todos

INCLUYENDO AL PRESIDENTE

        Ojalá y exclusivamente la Secretaría de Educación Pública estuviera en deterioro.

        La realidad, a fondo, es lamentable. Lo que está en descomposición es todo el fenómeno educativo de México.   

        Claro que los fenómenos sociales de nuestro país (como los de todas las naciones del mundo) son partes de un todo.

        Si nuestra economía, salud, seguridad pública, ética, derecho, política, relaciones laborales, religiones, cultura,  andan mal y reprueban, nuestra educación está por los suelos, o abajo de ellos.

        No olvidemos que la educación, entre muchas otras misiones, informa y forma conciencias humanas, ante la circunstancia que nos rodea, y frente a nuestro propio sistema nervioso central.

        Hablar de la educación, por ende, es tratar de un tema superior, que consterna verlo en quiebra, y por lo que no podemos quedarnos impasibles.

        El gravísimo desorden educativo tiene variedad de causas, antiguas y nuevas, no todas a la vista, pero la mayoría, agravadas por el autoritarismo e ignorancia del actual presidente de México.

        Citaré algunos motivos: la pandemia del corona virus, los diez millones más de pobres generados de dos años a la fecha, las equívocas y cambiantes políticas en la enseñanza aprendizaje, la insensatez dominante de no precisar, en la práctica, los fines, los medios, la rectoría, los instrumentos, la calidad, la cantidad, lo laboral, lo pedagógico, la investigación, los conocimientos, las evaluaciones, y otras pequeñas cosillas que estructuran un sistema educativo.

        En nuestro pasado hemos tenido, en el poder, excelentes equipos de educadores; por ejemplo, los encabezados por Justo Sierra, José Vasconcelos, o Jaime Torres Bodet.

        Ahora en la Secretaría de Educación Pública está, simplemente, Delfina Gómez Álvarez.

        Y no se observa ni teórica ni prácticamente ningún plan, ni programas ni proyectos, para resolver los problemas educativos que nos deja el covid-19, pandemia que agregó nuevas dificultades a la educación, aparte de agudizar las ya existentes.

        No desconozco, y admiro, el esfuerzo de auténticos educadores que por decenas de miles existen en el México actual. Ellas y ellos son los que han salvado algo del naufragio.

        Pero también padecemos decenas de miles de vividores de la educación; y gran parte de las autoridades educativas, encabezadas por el presidente, acaudillan a estos charlatanes.

        Las familias sanas y los maestros serios encuentran en los hogares, en las escuelas, en los barrios, en las calles, en las conductas de los poderosos y en los medios de comunicación masiva, una pudiente contraparte.

        Los niños, los adolescentes, los jóvenes y los adultos, tienen mirando notas sobre crimen organizado, asesinatos, robos, mentiras, lesiones, fraudes, traiciones, estupros, violaciones, feminicidios, secuestros, corrupción y violencia generalizada, en todas las horas de su día, durante todos los años de su existencia.

        Todo retroalimenta a todo.

        Y el gobierno mexicano no entiende nuestra degradación imperante. Sólo busca saciar su odio en contra de expresidentes, conservadores y neoliberales, pero ni eso hace bien, pues nadie está en la cárcel por ello.

        Los funcionarios públicos siguen delinquiendo, aprovechándose de la ignorancia de la masa.

        El naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) lo explicó en su libro La descendencia del hombre: “… con frecuencia la ignorancia engendra más ilusión que el conocimiento…”

        Cierto, la ignorancia de un presidente y de su masa humana nos hace mucho daño, nos arroja a una ilusión sin base ni futuro: nos frustra.

        Tenemos por delante una labor inmensa, pero urge educar a todos, incluyendo al presidente.