LOGOS
Herencia
ponzoñosa
SIN
ORDEN NI CONCIERTO
La presidente formal de México no ha concluido
un año en su ejercicio, y el poder real del obradorato (de donde emanó) la
sigue marcando con su pestilencia.
Recordemos uno de los
proyectos iniciales de López Obrador, a su llegada a la presidencia: “Si por mí
fuera, yo desaparecería al ejército y a las fuerzas armadas del país”.
Con pacifismo, disfrazó su odio en contra de esas
honorables instituciones.
Cierto, no pudo desaparecerlas
como él deseaba; empero, sí logró corromper a muchos de sus altos mandos, a
base de embriagarlos en poder político, a través de mancharles las manos con
poder económico, y logró atrofiarles su decoro ético militar, imponiéndoles
tareas ajenas a la labor castrense.
Ese maligno propósito
presidencial lo llevó, a cabo, con esas severas afectaciones al servicio de las
armas; pues dejó a la población en manos del crimen organizado bajo la política
de “abrazos y no balazos”, aplicada en exclusiva a favor de la delincuencia.
Jugó con el voto popular, destruyendo un
proceso electoral perfectible que le permitió llegar a la presidencia; para
asumir, después, el papel de gran elector, decidiendo quiénes serían
candidatos, y los humilló, llamándoles “mis corcholatas”.
Mintió, dándoles un barniz
democrático de aceptación popular, pero los sujetó a su pleno control.
Él mismo dispuso,
autocráticamente, que fuera la ganadora su corcholata consentida, a quien le
inyectó miles de millones de pesos mal habidos, para asegurar su complicidad
eterna y su ciega obediencia a perpetuidad.
Destruyó a los tres poderes
federales, centralizó el poder de las gubernaturas de las entidades
federativas; y, por ende, al municipio libre lo convirtió en su títere,
quedando en la nación algunas excepciones honrosas de funcionarios con
aceptables márgenes de honestidad, mientras la irritación razonada de la
sociedad está creciendo.
Mentir y destruir, es su fatal
signo; así, el obradorato prosigue corrompiendo todo lo que toca.
El primero de septiembre del
2019, el autócrata presidente López aseveró, desde Palacio Nacional: “Hemos
podido eliminar prácticamente todo el huachicol en México”; y con esta
perniciosa farsa, destruyó el viejo y rudimentario sistema del huachicol.
Y en su lugar, creó todo un
nuevo y tecnificado emporio de huachicol fiscal; éste que les acaba de explotar
en plana cara.
En donde, al parecer,
descalzonaron al propio presidente real y vitalicio de apellidos López Obrador,
a Adán Augusto López, el hermano del alma de Andrés Manuel, al almirante José
Rafael Ojeda Durán y a sus dos sobrinos y cómplices, al empresario banquero
Alfonso Romo, quien fuera jefe de la oficina de la presidencia con López
Obrador, a los hijos del presidente Amlo, Andy y
Bobby, y a miles de personas.
La cloaca está abierta. Ese podrido drenaje
configuró fama pública: Todo México comenta y analiza sobre el penoso caso.
Fuera de nuestro país se investigan sus implicaciones.
El caso, es de
hampones, y ha motivado, a la vista, suicidios, asesinatos y desapariciones.
Solamente la
presidente formal niega los hechos, con una ineptitud inaudita, contradictoria,
anodina e ilícita: “No hay ninguna prueba que incrimine a funcionarios públicos
de alto nivel.”
Pero todos vemos
que el problema no sólo es el capo Hernán Bermúdez Requena, líder de “La
Barredora”, cuate y colaborador cercanísimo de Adán Augusto López.
El fenómeno que
observamos es una desmesurada alcantarilla, enorme, más grande que el
territorio nacional, ya que se radica en varios países como una mezcla
internacional de redes complejas de narco crimen, en la que participan
banqueros, almirantes de la marina, aduaneros, generales del ejército,
empresarios, profesionistas, de varias nacionalidades, y cárteles de la droga,
con trenes, aviones, tráileres, submarinos, helicópteros y barcos.
Las destrucciones y mentiras del presidente
López, al suponer, hicieron crecer brutalmente esta mescolanza de vínculos
confusos de delincuentes de todas las especialidades.
Es la herencia
ponzoñosa, sin orden ni concierto, del obradorato.
Obvio, en su
decadencia acelerada, la presidente formal no ve nada; ella sólo vive para
cubrir de todo mal a su amo López, y lo exime de todo ilícito. Ella es la
Suprema Corte de Justicia de la Nación.