LOGOS
El
pato mayor y las escopetas
TAPAR
EL HUACHICOL CON UN DEDO
El hediondo problema del huachicol fiscal sigue
creciendo, mientras decrece el apoyo morenista al senador Adán Augusto López
Hernández.
Todas las culpas de todos los problemas están
atraídas por el imán antipático de ese líder de la 4T, quien declaró
públicamente, en tono de amenaza, orientada a la dupla presidencial
Sheinbaum-López: “Soy un político de vieja data, y estoy acostumbrado a todas
estas cosas. Yo sí sé de parte de quién, y de quiénes me atacan. Sé por qué lo
hacen. Ahora resulta que el pato mayor les tira a las escopetas.”
Ante ese inusitado comentario, un periodista le
preguntó, “contra Usted, ¿hay un fuego amigo?”
Y el senador Adán Augusto respondió: “Se los
dejo de tarea; pero en su momento les voy a dar una especie de dictamen de todo
esto.”
Hasta aquí, el líder del senado deja más dudas,
ya que insinúa que hay fuego amigo, y que es el pato mayor.
Pero… ¿quién es “el pato mayor”?
Lo más cercano a esa figura es el que repetía:
“me canso ganso”, o sea, Andrés Manuel López Obrador, el jefe de la dinastía
huachicolera, y el único dueño de las escopetas.
Por cierto, una de esas escopetas es Daniel
Hernández Montejo, quien decidió hacerse una cirugía total en su rostro,
conjuntamente con un cambio de orejas, para con ello librar su aprensión y los
juicios penales que le esperan, por sus acciones y omisiones en ese enorme
proceso ilícito del huachicol fiscal.
Todos los implicados, a su manera y alcance,
tratan de librarse de ese sunami globalizado del huachicol.
La presidente formal y el presidente real de
México tienen también su método para escabullir el colosal bulto de ese
tremebundo huachicol fiscal.
El método consiste en su silencio. Es todo un sistema
de avestruz: no oigo ni veo ni huelo, no toco ni pruebo. Han cerrado sus cinco
ventanas anatómicas respecto al pavoroso huachicol fiscal.
La presidente formal de México, vocera de esa
estirpe del huachicol, asevera que ella no ve nada, que no hay pruebas, que es
cosa de la fiscalía, que sólo son “invenciones de la derecha conservadora, para
atacar a la acción transformadora revolucionaria que inició Andrés Manuel López
Obrador.”
Con ese decir, Sheinbaum se atasca con su
actitud y con sus propias palabras, igual que lo hace el senador Adán Augusto.
La presidente no une a los mexicanos, sino que
nos divide. Unos son “la derecha conservadora”, otros son “los transformadores
revolucionarios”. Los de la derecha son los malos. Los transformadores son los
buenos. Así de sencillo lo refrenda Sheinbaum; pero así de torpe y de falso.
La realidad dialéctica siempre nos demuestra
que en esa supuesta derecha conservadora hay gente mala y gente buena; mejor
aún, todos son buenos y malos al mismo tiempo. Unos de esa supuesta derecha
tienen márgenes positivos mayores, y sus márgenes negativos son menores. Igual
pasa con los supuestos transformadores revolucionarios; entre ellos hay gente
mala y gente buena; y, obvio, todos a veces son malos, y en ocasiones son
buenos. De esos supuestos transformadores revolucionarios, unos tienen márgenes
más positivos que negativos, y otros tienen márgenes más negativos que
positivos.
No existen los seres humanos perfectos.
El obradorato nació dogmático, y deforma la
realidad; divide y no une. Enreda los problemas, y no los resuelve.
Juega al me canso ganso, travesea al pato mayor
y a las escopetas, y pretende tapar al huachicol fiscal con un dedo, con el
dedo de la dictadura.