LOGOS
Imperio de los hechos
DIGNIFICAR A LA VIDA
Donald Trump, el presidente de EU, es sobre todo un
negociante ambicioso; y, sin escrúpulos para enriquecerse desde el poder, arma
sus propios negocios.
Basta un ejemplo.
Desde Madrid, y a partir de hace meses, fabrica su
perfume: “Victory 45-47”, recordando que fue el cuadragésimo quinto presidente,
y que es el cuadragésimo séptimo ocupante de la Casa Blanca; incluyendo en el
envase de esa fragancia su morrocotudo autógrafo.
Obvio, esa puntada, con el poder político que tiene,
ha sido todo un éxito económico.
Siguiendo esos pasos (de hacer buenos negocios
económicos desde el poder político) la actual presidente formal de México lanzó
al mercado (hace unos días y desde su mañanera en Palacio Nacional) el
“Chocolate del Bienestar”, en barra, en polvo y de mesa, eminentemente natural
y, al parecer, a un precio muy accesible.
La directora de la Alimentación del Bienestar fue la
encargada de dar públicamente todos los detalles del negocio.
Empero, la estructura burocrática de nuestro país
resulta inmensa, sólo los servidores federales andan (cuando andan) en cinco
millones, y todo ese andamiaje humano lo han convertido en “servidores del
bienestar”.
Así que el negocio de los chocolates nace severamente
burocratizado.
Y, también, emerge ese quehacer chocolatero
brutalmente corrupto; a la memoria del pueblo bueno y honesto no se le olvida
que la sagrada familia de los López Obrador es propietaria de una fábrica de
chocolates que ha dado que decir respecto a sus orígenes y tribulaciones.
¡Qué coincidencia!, entre estas dos empresas.
Y ya que estamos analizando el imperio de los hechos,
vale la pena observar el trabajo efectuado por tareas encabezadas por el
secretario de Seguridad y Protección Ciudadana Federal, Omar García Harfuch,
respecto, exclusivamente, a los duros golpes que le ha dado al huachicol, ese
robo de petróleo y derivados sobre el que aseguraba el presidente López
Obrador, con su pañuelito blanco, que ya no existía, y que su administración
había acabado totalmente con ese acto delictivo.
Pero ha resultado que el presidente López mintió, lo
que lo torna un sujeto activo responsable por delitos graves.
Mientras que la presidente formal sólo señala que
“tope donde tope se investigará hasta el fondo ese grave y costoso caso del
huachicol”, recuperando para el país varias decenas de millones de litros de
diésel y gasolinas en diversos lugares de México.
Pero aún no se le cita ni le abre ninguna carpeta de
investigación a quien agazapado sigue mandando en el gobierno mexicano.
Y pasando a otro asunto sobre García Harfuch, éste, al
parecer, informó públicamente de manera imprecisa respecto al decomiso de 427
kilos de cocaína que portaba una aeronave mexicana con tres pasajeros
mexicanos, “que se detectó en El Salvador”, lo que motivó al presidente
salvadoreño Bukele a responder que esa avioneta era mexicana, con mexicanos a
bordo, que había salido de Costa Rica, país que la había detectado, pero que
jamás ese aeroplano despegó ni nunca estuvo en El Salvador.
Al señalamiento del presidente Bukele, García Harfuch
tuiteó, muy diplomático: “Reiteramos nuestro respeto y aprecio al pueblo de El
Salvador. Estas acciones muestran el compromiso del gobierno de México para
combatir a la delincuencia organizada.”
Los hechos rebelan que el presidente Bukele, en este
caso, tiene la razón, y hay que dársela.
De ahí que García Harfuch, con especial tacto, como
hombre de bien, marque ese respeto y aprecio al pueblo salvadoreño.
Observamos, también con agrado, el reconocimiento que
formula García Harfuch para las fuerzas armadas, la fiscalía federal, los
gobiernos de las entidades federativas y los gobiernos municipales, en esa
lucha en contra de la maldad que aún persiste en México.
Unir a todos, y respetarlos, es diferente a desunirlos
y faltarles al respeto.
Si así fuera el comportamiento de la mayoría de los
mexicanos, dignificaríamos nuestra vida, tanto la nacional como la propia.