LOGOS
Chifladuras políticas
UN CAOS PATIDIFUSO
A primera vista, el
presidente Donald Trump apareció como un loco en su estado más crítico,
enfurruñado su rostro, avaricioso encopetado en güero agresivo, para aventar
aranceles por doquier, a diestra y siniestra.
Empero, al unísono,
surgió en foro mundial el secretario del Tesoro de los EU, Scott Bessent, aconsejando
a todos los países del mundo: “Respiren hondo, dense un tiempo, no tomen
represalias de inmediato, las escaladas impensadas son peligrosas, miren que
todo lo apresurado es imprudente.”
Al acelerón de Trump,
llegó el freno de mano del tesorero Scott.
Y en esa sacudida
económica, Elon Musk y Donald Trump duplicaron su capital, junto con muchos
multimillonarios estadunidenses. La plutocracia gringa quedó fortalecida.
Musk logró el máximo
histórico. Nadie ha logrado tener la enorme cantidad de 438 mil millones de dólares.
Trump tenía a
principios del año 2025, la cantidad de 7,600 millones de dólares; ahora, en
este momento, es muy difícil la cuantificación de su fortuna, en virtud de su
cargo; sin embargo, hay quienes suponen que logró llegar a 20 mil millones de
dólares.
El ser humano puede
jugar con todos los fenómenos sociales: estético, religioso, cultural, político,
educativo, económico, y otros más.
Pero el más peligroso
es el económico; por lo que no debe ser objeto de juego, pues merece la
seriedad, el talento y la virtud de nuestros mejores cerebros.
Cierto, es difícil
encontrar esas cualidades para ese menester.
El talento es una
característica de los sabios; pero no todos los sabios entran a cuestiones
económicas.
De los siete sabios del
siglo VI antes de nuestra Era, en lo que hoy llamamos Grecia, ninguno de ellos
dedicó sus afanes a la economía: Ni Cleòbulo de Lindos, ni Solón de Atenas, ni Quilón
de Lacedemonia, ni Tales de Mileto, ni Pitaco de Mitilene, ni Bías de Priene, ni
Periandro de Corinto.
En una de sus odas, el
teólogo y poeta salmantino, Fray Luis de León (1527-1591), nos caracterizó al
talentoso: “Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido, y sigue la
escondida senda, por donde han ido, los pocos sabios que en el mundo han sido.”
Y ninguno de éstos se dedicó a la economía.
El escocés Adam Smith
(1723-1790), con su obra ‘La riqueza de las naciones’, preludio a la economía,
y murió con honores, pero sin riqueza.
David Ricardo (1772-1823),
judío sefardí nacido en Londres, nació rico y murió rico, y en el mundo de la
economía fue teórico, escribió ‘Los principios de la economía política y tributación’,
‘La ley de hierro de los sueldos’.
Carlos Marx (1818-1883),
de familia judía de clase media, nacido en el Reino de Prusia, inquieto siempre
por la filosofía y la economía, quien, conociendo a Federico Engels en 1842,
hizo amistad con éste, y decidieron, ambos, convertirse en coautores de una
serie de obras que revolucionaron al mundo, aceptando Marx depender
económicamente del germano Engels, empresario industrial. De esos textos
escritos a cuatro manos, y dos lúcidos cerebros, seguimos aprendiendo.
Elon Musk, quien nació
en 1971 en Pretoria, Sudáfrica, de madre canadiense y padre sudafricano blanco,
con familia rica que le permitió una buena educación, desde centros educativos
de desarrollo infantil, a carreras universitarias, con doctorados en diversas
ramas, decidió repatriarse al oeste de Canadá, en 1989, después, entró como
inmigrante a EU, ahí vivió con altibajos económicos hasta finales del siglo XX.
Ahora, entre
chifladuras políticas y un caos patidifuso, Elon Musk es el hombre más rico del
mundo, y lo registra, así, la historia de este planeta.
¿Y el México de este
momento?
Nuestros más ricos, se
han vuelto menos ricos. Nuestros pobres se han vuelto más pobres. El gobierno
corrupto se ha vuelto más corrupto; infecto ya de chifladuras políticas, y vil sirviente
de los dueños de ese caos patidifuso.
La presidente Claudia visitó Morelia este sábado 5 de abril. Bajó de Santa María en camioneta negra blindada. Decenas de vehículos en comitiva, con fuerzas armadas a la vista, al tamaño del miedo que causa el narco terror en Michoacán. Llegó, y se fue, presumiendo que ha aprendido de los purépechas, pero con el ánimo aligerado de quien logró salvarse.