LOGOS
Aranceles y administración de justicia
EGOS DE CARNAVAL
¡Quién lo dijera!, los
“aranceles” están a punto de convertirse en detonantes de la guerra; todo
porque el presidente Donald Trump ha desnaturalizado a ese instrumento.
Un arancel es una
tarifa para cobrar diferentes servicios, desde los precios de honorarios
profesionales (en materia civil), hasta los impuestos, sobre bienes en el
comercio exterior, retenidos por las aduanas.
Los primeros aranceles
aduanales que registra la historia del hombre fueron aplicados en la ciudad y
puerto de Luxor, en Egipto, hace 3500 años.
Pero todos los países
imperialistas manejaron sistemas arancelarios: India, China, Persia, Grecia,
Roma, Alemania, Francia, España, e Inglaterra; ésta, por cierto, motivó la
independencia de sus trece colonias en América, entre otras causas por los
aranceles al té, tabaco, armas, azúcar, y pólvora.
Ahora, en 2025, el presidente
Trump supone, equívocamente, que puede suplir la guerra nuclear con la guerra
de aranceles, lo que es una ingenuidad, ya que la guerra lleva a la guerra, y
el arancel no debe ser utilizado como arma bélica.
Ante las bravatas de
Trump, el gobierno chino ha entendido mejor el problema, y declaró: “Deseamos
la paz. La intimidación no nos asusta. El acoso no funciona con nosotros. La
coerción, la presión o las amenazas no son la forma correcta de tratar con China.
No deseamos la guerra, pero estamos listos para cualquier tipo de guerra.”
¿Será tan importante un
arancel, para imponerlo a través de la guerra?; aún a sabiendas de que, toda
guerra actual, nos conducirá al exterminio.
El enorme ego de Trump
parece de cavernícola, pero más bien es de tipo carnavalesco.
Igual que el ego de
Sheinbaum que goza con el carnaval masivo, superficial y corrupto.
Uno de los placeres
predilectos de la presidente Sheinbaum es oírse a sí misma, con su vocecita
arrastrada y de un tenso chicloso, ante un zócalo totalmente lleno, aunque ese
evento provoque más pudrición, y la exhiba regocijada, y tan vacía, como sus planes
a, b. c. d, e, hasta el plan z.
La mayoría de los
asistentes a esas concentraciones son acarreados, lo que es un signo de
corrupción.
Una fiestecita de ésas
nos cuesta a todos los mexicanos decenas de miles de millones de pesos, y todos
los organizadores (desde gobernadores hasta acarreadores directos) van robando
tanto dinero, como a lo que a su nivel corresponde, y a nadie se le rinde
cuentas, porque son gastos eximidos de control.
Y lo que en esos
mítines se dice y se escucha son naderías.
‘El ser y la nada’ del
filósofo francés Jean-Paul Sartre (1905-1980), ahí están presentes, se revelan
tal cual son. El ‘ser para sí’ son los
humanos escuchas, y los mensajes son la nada, o sea, el irrealismo
improductivo.
“Presidenta,
presidenta, presidenta, presidenta”. “Tenemos mucha presidenta”. “Nuestro amado
pueblo y nuestra bendita nación”. “No nos dejamos. Somos soberanos e
independientes”.
¿Qué pueden significar
todas esas frases huecas ante una población sin seguridad pública? México está
convertido en un cementerio, en donde ni los cadáveres están completos.
No hay medicinas ni
salud pública. Sólo existe una retórica barata y burda, ante enfermos en
abandono.
La educación, desde los
hogares destruidos hasta los doctorados universitarios están en un retroceso
fatal.
El narco gobierno
fabrica a sus propios multimillonarios, y las limosnas del bienestar fluyen
conforme a las necesidades electorales.
Y nuestros aranceles
(made in USA) están por llegar, amenazantes.
Frente a ese ‘ser para
sí’, sartreano, se oye como un llanto: “Presidenta, presidenta, presidenta”;
con un nihilismo doloroso a más no poder.
Lo bueno, es que existe
otro México, con crítica constructiva que direccionará mejor la solución de
nuestros graves problemas.