José Ángel Córdova Villalobos
recientemente fue nombrado, por el Presidente Felipe Calderón Hinojosa, como
secretario de Educación Pública.
Al principio del actual sexenio
panista se le designó como secretario de Salud, renunciando a este cargo para
contender, dentro de las filas del PAN, como precandidato a la gubernatura de
Guanajuato, intento político en el cual fracaso.
Los anteriores datos, que forman lo
más reciente de su biografía, exhiben a este médico cirujano como poco sensato;
pues, al menos a mí, no me parece nada juicioso abandonar el noble encargo de
la rectoría de la salud pública por un precandidatura panista al gobierno de
Guanajuato, para, además, perderla.
Ni me parece conducta de hombre
razonable el que, una vez que recibió descalabros y chipotes en esa contienda
interna panista, acepte ahora, tan orondo, ser secretario de Educación Pública
para un lapso cercano a los 8 meses, cuando si bien es cierto que la educación
se encuentra muy enferma en México, estos achaques no son de la especialidad de
Córdova Villalobos, ni de su dudosa capacidad espera el fenómeno educativo
nacional recibir remedio. Un ajonjolí para todos los moles no es lo indicado en
este tiempo.
Pero tan equívoco fue el aceptar ese
cargo como el otorgarlo; así, el desatino lo comparte en mayor porcentaje el
Presidente Calderón, quien durante su mandato ha reflejado su falta de acierto
en la delicada materia educativa, pues en este sector, en lo que va del
sexenio, ha tenido tres secretarios: Josefina Vázquez Mota, Alonso José
Ricardo Lujambio Irazábal y José Ángel Córdova Villalobos, sin que ninguno haya
aportado, o pueda aportar ninguna solución al respecto; antes, para mal, los
dos primeros agravaron las dificultades educativas.
Sin embargo, quienes han salvado lo
mejor de la educación en nuestro país son los maestros y los educandos que,
todos los días laborables, realizan el fenómeno de enseñanza aprendizaje en
condiciones difíciles por múltiples razones, con el secretario de la SEP, sin
el secretario, y aún en contra de éste.
La educación, en principio, no sólo
es la llamada escolar. Algo más, para bien o para mal, la educación no
escolarizada ha sido, es, y seguirá siendo, más impactante y definitoria en la
conducta de la mayoría de los mexicanos.
Marcan y conducen más a los niños,
a jóvenes, y a adultos, los medios masivos de comunicación, el ejemplo de los
poderosos, las relaciones del seno familia, y la vida en la calle, que la
rectitud virtuosa de un excelente profesor, mal pagado e incomprendido.
Hoy, por nuestras crisis tan
cercanas al desastre, se actualiza el pensamiento educativo de nuestros grandes
muertos, entre los que destaca por su honrada y sabia clarividencia Aníbal
Ponce, (1898-1938) maestro argentino, quien a temprana edad murió en un
accidente automovilístico siendo profesor de la Universidad Michoacana de San
Nicolás de Hidalgo, y quien, señor de su cátedra, nos legara Educación y
lucha de clases, libro del que emana la luz para la educación libertadora.