LOGOS
La guerra y la paz
ALMA DE LA HISTORIA
El fenómeno histórico
adviene con la naturaleza del ser humano; y este homínido lleva cerca de cuatro
millones y medio de años caminando sobre este planeta llamado, por él mismo,
Tierra.
Empero, pasaron varios
millones de años sin que el humano supiera que llevaba, en sí, ese fenómeno
denominado historia.
Se empezó a enterar de
sus posibilidades históricas hace sólo 12 mil años, cuando dejó de ser nómada y
se convirtió en sedentario.
Y después de todo un
proceso, hace, apenas, 6 mil años, inició la configuración de la primera gran
cultura, la egipcia, sobre las márgenes jugosas de vida de un gran río, el
Nilo.
Dentro de ese lapso, a
partir de que se vuelve sedentario, a cuando inicia la configuración de la
primera gran cultura, nació y creció la conciencia de la Historia.
Empero, desde que
apareció este homínido, en su alma lleva, por naturaleza esencial, eso que
seguimos designando como “guerra” y como “paz”.
Obvio que las primeras
historias fueron orales, colectivas, anónimas, pasaron como cuentos o leyendas,
de generación en generación.
Nuestra primera
escritura fue pictográfica, después fue ideográfica, más tarde fue jeroglífica;
y en el siguiente paso, la cultura humana creó la escritura alfabética.
Hace tres mil años los
glifos egipcios empezaron a unirse y a abreviarse; y, así, se logró la
escritura alfabética.
De los egipcios,
tomaron ese primitivo alfabeto los persas, los fenicios y los arameos. Del
arameo se derivó el griego, y de éste el latín. Y del latín se crearon las
lenguas romances, entre ellas el español.
No se nos olvide que
los libros se escribían a mano, con el alfabeto que fuese; lo que significaba
muchísimo trabajo, y el libro era muy efímero.
Fue hasta 1450 con la
invención de la imprenta por el alemán Gutenberg, cuando la historia humana
empezó a publicarse industrialmente, frente a un mundo lleno de analfabetos.
Pues bien, todo este
recorrido, que espero les sea inquietante, conlleva a observar que todas las
historias escritas son las memorias de la guerra y de la paz de la humanidad.
Al principio, dentro de
las hordas de cinco a siete homínidos había sus mini guerras, entre hordas
contra hordas también se daba la guerra; esas guerras eran a golpes, a
mordidas, a arañazos, a cabezazos, con palos, piedras, tierra, agua, fuego,
pero se herían o se mataban los unos a los otros.
Pasada esa etapa, las
guerras fueron entre los cromañones, neandertales, denisovanos, soloensis,
sapiens, con nuevas armas y mejores estrategias.
Más tarde las guerras
siguieron siendo guerras entre los egipcios, hindúes, mesopotámicos, chinos,
atenienses, espartanos, tebanos, macedonios, y los romanos, ya con armamento
revolucionado y tácticas superiores.
La Edad Media estuvo
pletórica de guerras. El renacimiento que lleva poco más de cinco siglos ha
generado centenares de guerras, entre ellas, dos guerras mundiales.
Pero nuestras
historias, que registran y describen nuestros actos bélicos y violentos,
también nos narran las acciones y vivencias en las etapas pacíficas.
La guerra y la paz son
las dos caras de una misma moneda: la vida del hombre.
Con el agravante del
brutal desarrollo armamentístico que, con las fuerzas atómicas, rayos
nucleares, cohetes teledirigidos, satélites en el espacio llenos de potencial
bélico, gases letales, potentes y sofisticadas armas subterráneas, pueden
destruir mil veces al planeta Tierra, el que sigue siendo el maravilloso mundo
de la vida.
Sin embargo, los
poderosos se han vuelto más brutos, alimañas más temibles, bestias más
sanguinarias.
Aterra escuchar a Eric
Trump planteando una simple posibilidad, muy real: “Si México lanzara misiles a
EU sería decapitado por nosotros en manos de cuatro segundos”; mientras, su
padre bombardea a Irán, sin consultar a nadie, calificando sus asesinatos de
“éxito espectacular”.
Quebranto provocan las
frases desgastadas que pronuncia la presidente de México: “La guerra representa
el mayor fracaso de la humanidad. La paz no es sólo la ausencia de la guerra,
sino la construcción de la justicia”, cuando la guerra como la paz son parte
sustantiva de la humanidad; y la justicia… la justicia acaba de ser asesinada
por la presidente en nuestro país.
Algo más dijo nuestra
presidente, tonteando otra vez: “Las mujeres somos más honestas y mejores
administradoras que los hombres”, cuando en México, como en el mundo, hay
mujeres y hombres muy honestos, muy inteligentes, muy trabajadores, pero
también, hay hombres y mujeres muy corruptos, muy ineptos, muy traidores y muy
holgazanes.
¡El alma de la historia
nos juzgará a todos!