LOGOS
Kim y Trump
MEJORAR SUS
LIDERAZGOS
El presidente estadunidense Trump, a sus
70 años, con una altura de 1 metro 88 centímetros sigue siendo golpeador y
busca bullas; mientras, el líder supremo norcoreano Kim Jong-un, a sus 33 años,
con una altura de 1 metro 75 centímetros es un provocador contumaz a la guerra
nuclear.
De esa manera actúan, y gustan de
exhibirse en ese triste y desalmado papel, de suscitadores de confronta atómica
de alcances incalculables.
Corea del Norte tiene, al igual que EU,
una economía de guerra. Bélica y hacendariamente los estadunidenses son muy
superiores, en el mercantilismo y en el combate. Los americanos tienen a muchos
países en explotación permanente, como fuentes de ingresos. Los norcoreanos
están solos y semiaislados, pero con cohetería de cabezas nucleares.
Kim y Trump se están tanteando, y en sus
fines y tácticas pueden llegar a tontear, afectando severamente a sus propios
pueblos, pero desgraciando a otros que nada o poco tienen que ver en ese asunto
de truhanes encubiertos como jefes de Estado.
China, Rusia, Comunidad Europea y ONU,
no deben ser sólo observadores pasivos de esas querellas que acercan a todo el
planeta Tierra a su destrucción temprana; menos aún, ingenuos buitres en acecho
de lo que quede.
Las naciones del orbe, sus gobiernos y
sus pueblos, deben exigir respeto para los humanos y su hábitat terrícola, tan
rico en diversidad de vida.
Impidamos toda guerra, y detengamos las
que se encuentran en desarrollo. Frenemos los preparativos de agresión militar.
Aprendamos que el poderoso o los poderosos, en turno, a través de medios masivos
de comunicación siembran odio, en la gente, contra sus enemigos.
Así, incitaron a que se aborreciera a
los alemanes, japoneses, norcoreanos, vietnamitas, cubanos, afganos, iraquíes,
iraníes, sirios, musulmanes, a los de Isis, incluso a los mexicanos
recientemente, calificándolos de los "malos, diabólicos, perversos",
cuando conviene al interés político-mercantil de la pequeña pandilla
internacional que manda en esta parte de occidente.
Pero lo mismo hacen los amos de otros
epicentros de poder en el mundo: siembran previamente resentimientos a sus
pueblos en contra de sus enemigos, y a través de sus propios medios de
comunicación masiva.
Siempre obrará mal el poderoso que
engaña a sus congéneres para excitar a la guerra, y por ende a la muerte. Tan
malo el Trump como el Kim, al envenenar irresponsablemente a sus respectivas
poblaciones con el rencor y el miedo contra otras naciones y otros hombres.
Si el pueblo de los EU hiciera entender
al presidente Trump que ganarían más si en lugar de lanzar bombas que cuestan
miles de millones de dólares, y que matan, mandara técnicas para producir
alimentos, medicinas, y vivienda, para la vida; incluso, reafirmarían con ese
proceder su liderazgo mundial.
Cuando el pueblo de Corea esté unido y
no dividido en dos, empleará ese gran potencial en fuerza para la paz, con
desarrollo.